El 11 de febrero de 1873, tras la abdicación de Amadeo de Saboya despues de dos años de imposible reinado, Congreso y Senado se constituyen en Asamblea Nacional y proclaman la República. Decisión que adoptaba una asamblea abrumadoramente monarquica, en una situacion de vacio de poder, sometida a escrutinio por parte de las cancillerias europeas, en el marco anunciado de una profunda crisis economica y con un pais en quiebra haciendo frente a dos guerras simultaneas, civil una, colonial la otra. En el nuevo marco politico inaugurado por la revolucion septembrina de 1868 monarquicos, conservadores, liberales, republicanos, federales o no, competian en la tarea de conseguir un lugar de privilegio al sol de la nueva situacion. O de trastocarla para poder volver a lo anterior. En este contexto, la aparicion de la Asociacion Internacional de Trabajadores, introduce en el tablero un elemento claramente diferenciado que, de forma relevante, contribuira a marcar el signo de los acontecimientos posteriores. En la pugna, junto con la debilidad de la burguesia realmente existente residira la clave del fracaso del proyecto republicano que apenas disfrutara de unos meses plenos de vida, los que median entre su proclamacion y el levantamiento cantonal para caer despues en un acelerado proce
Dédalo no planificó Toledo ni, que se tenga constancia, ningún minotauro trota perdido por sus calles. Pero con todo, no viene mal servirse de algún hilo conductor a la hora de internarse por el intrincado callejero de esta ciudad apiñada contra el vertigo del torno del Tajo. De disfrutar de su particular laberinto. Bien calzado, que son de sobra conocidas sus pronunciadas cuestas que hacen sudar a toledanos y visitantes, por mas que la ciudad siempre presumiera de siete colinas para mirar de frente a Roma, el imperio, y a Jerusalen, la fe.