Periodista y crítico literario, es redactor jefe adjunto de Figaro Magazine (suplemento cultural del diario Le Figaro). Autor de varios libros, ha sido este Históricamente incorrecto junto con Le terrorisme intellectuel, los que le han llevado a la primera plana del debate intelectual al abrir en Francia una interesante polémica sobre la hegemonía y las formas del pensamiento de la izquierda.
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Porque el objetivo del pasado único no es comprender nuestra Historia, sino adoctrinar conforme a la cultura dominante. Tras el intenso debate y la gran polémica que suscitó en Francia su libro Le terrorisme intellectuel, Jean Sevilla publica, por primera vez en español, otra gran obra, magníficamente documentada, desmantelando las imágenes tópicas que tenemos sobre ciertos episodios de la historia. Lo históricamente correcto analiza e interpreta el pasado con una determinada mentalidad de hoy y, de esa forma, hace imposible comprender la historia. Desde la mentalidad de lo políticamente correcto se denuncia el oscurantismo, el imperialismo, el colonialismo, el racismo o el sexismo a lo largo de los siglos, sin preocuparse de si son inteligibles o no fuera de un contexto determinado. Y esto es así porque su objetivo no es comprender el pasado, sino dar una versión conforme a la cultura actualmente dominante. Los medios de comunicación se encargan de difundir esa ideología, que se imparte en la escuela formando parte de planes de estudio oficiales, y que propone una historia trucada, falsificada y manipulada. En Históricamente incorrecto Jean Sevillia se apoya en los trabajos de importantes investigadores para, en contra de lo establecido, atreverse a revelar un punto de vista "incorrecto". Repasa así algunos de los acontecimientos y etapas más controvertidos de la historia europea, rompiendo con el "pasado único" que tanto se esfuerzan en enseñarnos. Contra lo históricamente correcto, este libro nos permite de nuevo mirar de frente a nuestra propia historia y a nuestra civilización, y nos enseña a volver a amarla.
Jean Sévillia La France, dit-on, est le pays de la liberté. Dans le domaine des idées, cela reste à démontrer. Car sur la scène politique, culturelle et médiatique, tout se passe comme si un petit milieu détenait la vérité. En 1950, les élites exaltaient Staline. En 1960, elles assuraient que la décolonisation apporterait le bonheur outre-mer. En 1965, elles s'enflammaient pour Mao ou Fidel Castro. En 1968, elles rêvaient d'abolir toute contrainte sociale. En 1975, elles saluaient la victoire du communisme en Indochine. En 1981, elles croyaient quitter la nuit pour la lumière. En 1985, elles proclamaient que la France devait accueillir les déshérités de la terre entière. Dans les années 1990, ces mêmes élites affirmaient que le temps des nations, des familles et des religions était terminé. Pendant cinquante ans, les esprits réfractaires à ce discours ont été discrédités, et les faits qui contredisaient l'idéologie dominante ont été passés sous silence. C'est cela, le terrorisme intellectuel. Pratiquant l'amalgame, le procès d'intention et la chasse aux sorcières, cette mécanique totalitaire fait obstacle à tout vrai débat sur les questions qui engagent l'avenir. Jean Sévillia a notamment publié Historiquement correct, l'un des essais les plus remarqués de ces dernières années. Avec une postface inédite.
El buen historiador parte de unos hechos y los estudia en su momento concreto, separando las causas de las consecuencias. Lo políticamente correcto no tiene nada que ver con este método cuando saca sus imágenes de la historia. Siguiendo el capricho de sus lemas, juega con las épocas y los lugares, resucitando un fenómeno desaparecido o proyectando en los siglos anteriores una realidad contemporánea. Juzgando la historia pasada en nombre del presente, lo históricamente correcto ataca el racismo y la intolerancia en la Edad Media, el sexismo y el capitalismo bajo el Antiguo Régimen, el fascismo en el siglo xix. El hecho de que sus conceptos no signifiquen nada fuera de su contexto, poco importa: el anacronismo es rentable en los medios de comunicación. No es el mundo de la ciencia, sino de la conciencia; no es el reino del rigor, sino del clamor; no es la victoria de la crítica, sino de la dialéctica.