Jon Agiriano es periodista, es de Bilbao y cumplió el año pasado cuarenta años. Escribe en El Correo y siempre lo hace con un especial cuidado del lenguaje, sea en una crónica sobre el Athletic o sea en un reportaje de sucesos. Ahora Agiriano sucumbre a la extendida tentación entre sus colegas de escribir una novela. Y lo hace con una buena historia, un sugerentre decorado y un amor por el lenguaje aún mayor al que emplea en sus artículos periodísticos.
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Así, «surgen los recuerdos de la infancia y la adolescencia », explica el autor. «Con la añoranza inevitable de las amistades rotas, y más con la complicidad de las vividas en la adolescencia, que siempre son muy especiales», defiende Agiriano. Con un estilo intimista, «aunque alejada de las típicas novelas introspectivas y aburridas», la novela se sitúa en un paisaje imaginario, «en torno a la ría de Bilbao», puntualiza. En un barrio llamado San Blas discurren las historias del escritor Luis Barrantes y el redactor Emilio Hurtado. Corren los años cincuenta o sesenta y, en otro plano, el periodista vive la década de los setenta. Cumplida en parte su faceta literaria tras cinco años de trabajo- «casi todos los periodistas tenemos la tentación de inventar», comenta-, el autor bilbaíno no teme que los lectores le reconozcan en el protagonista. «No creo que nos parezcamos mucho, aunque si en tu primera novela eliges que el periodista sea el protagonista, algo querrá decir», apunta. Agiriano ha aprovechado su experiencia como periodista para narrar la escritura del obituario que le encargan a Emilio Hurtado, y ha centrado sus esfuerzos en el estilo. «Más que la estrucura narrativa, que no es complicada, el problema ha sido el estilo, porque soy muy perfeccionista». Pero lo que más le ha costado al periodista es «sacar tiempo para tener una continuidad, por mi trabajo, que debía escribir a salto de mata»