Jorge de Sena (Lisboa, 1919-Santa Bárbara, 1978) es el escritor más significativo de la literatura portuguesa en la segunda mitad del siglo xx. Autor de una obra extensa y poliédrica, pues no hubo género ajeno a ella, fue capaz de deslumbrar en cada una de sus vertientes. Renovó la narrativa portuguesa con su novela Sinais de fogo, fijó la base estructural de la crítica literaria en su país con Dialécticas Teóricas da Literatura y sus aportaciones a la historia de la cultura resultaron decisivas para una comprensión científica de la importancia de autores como Camões o Pessoa. Y aún le quedó tiempo y humor para burlarse de cuanto le parecía fatuo y ridículo dentro del mundo de las letras en los dos volúmenes de O Reino da Estupidez. Pese al acierto y relieve de toda su obra narrativa, ensayística y teatral, Jorge de Sena fue, sobre todo, un extraordinario poeta. Cuarenta años de servicio es el título que Jorge de Sena le dio a una antología de sus versos y que resume también su labor poética: 40 años de escritura que fraguaron en doce libros que marcan la evolución de la poesía portuguesa y europea durante estas décadas y que señalan sus hitos más relevantes. Sobre este importante legado han trabajado cuatro poetas y lectores españoles de Jorge de Sena, uno como ensayista —César Antonio Molina— y tres como traductores —José Ángel Cilleruelo, José Luis Puerto y José Luis García Martín—. El diálogo interno que se establece entre unas versiones y otras, entre opiniones y matices críticos, amparado por el carácter plural que alienta la colección de Los solitarios y sus amigos, enriquece la comprensión de un poeta opuesto como pocos a las visiones monolíticas. Jorge de Sena, que quiso probarlo todo de todas las formas posibles y que tradujo la poesía de cuantas tradiciones tuvo noticia, merece este homenaje colectivo y entusiasta de la poesía española.
Podéis robármelo todo: las ideas, las palabras, las imágenes, y también las metáforas, los temas, los motivos, los símbolos, y la primacía en los dolores sufridos de una lengua nueva, en el entendimiento de otros, en la valentía de combatir, juzgar, de penetrar en asuntos de amor para los que estáis castrados. Y podéis también no citarme, suprimirme, ignorarme, aclamar incluso a otros ladrones más felices. No me importa: el castigo será terrible. No sólo cuando vuestros nietos no sepan ya quiénes fuisteis y sepan más de mí de lo que vosotros fingís que no sabéis; todo, todo cuanto laboriosamente robáis reverterá en mi nombre. Y será mío, tenido por mío, contado como mío, incluso lo poco y miserable que por vosotros mismos, sin robar, hayáis hecho. Nada tendréis, nada de nada: ni siquiera huesos, pues un esqueleto de los vuestros será buscado para pasar por mío. Para que otros ladrones, iguales a vosotros, de rodillas, le pongan flores en el túmulo. «Camões se dirige a sus contemporáneos», Jorge de Sena.
En el verano de 1936 y en un Portugal dividido por la guerra civil española un joven poeta portugués inicia el aprendizaje de las grandes pasiones que cambiarán para siempre su visión del mundo