Buesa alcanzó en vida una popularidad inusitada, tanto dentro de Cuba, como en el orbe del idioma español. Todavía hay personas en Hispanoamérica, incluso en España, y muchísimas en Cuba, que recuerdan de memoria sus versos, los cuales fueron gala en recitales de declamadores, sirvieron como letras de canciones, fueron oralizados por la radio y la television, y hasta declamados a veces parcialmente en algunos filmes. Pasaron manuscritos de mano en mano, se los leyeron entre si novios de todas partes o sirvieron para declaraciones amorosas. Tal curriculo emocional no siempre fue del agrado de los cultos e incisivos criticos; muchos de ellos han seguido considerando a Buesa como un bardo inferior, de calado emotivo populista, y por ello solia ser desposeido de mencion o estudio en historias literarias, diccionarios, tesis academicas o de la profusion critico-ensayistica. Pero Buesa sigue vivo con su poesia al hombro. O mejor sea dicho: su poesia sigue viva, arrastrando consigo el nombre de su creador.
Este volumen reúne una amplia selección de los mejores poemas de José Ángel Buesa, devolviendo en versos a sus muchos lectores el agridulce sentimiento del amor y el desamor. José Ángel Buesa (Cuba, 1910-Republica Dominicana, 1982), pese a sus detractores, es uno de los poetas cubanos mas leidos del mundo. Entre las decadas de 1930 y 1940 compuso una docena de poemarios que, desde entonces, y enriquecidos por sus sucesivos titulos, se han venido leyendo por todos aquellos necesitados de literatura sentimental, y Buesa se convirtio en la figura cimera del Neorromanticismo en Cuba y en Hispanoamerica. Por entonces el Neorromanticismo se abria paso pese a la experimentacion vanguardista, desde titulos de Pablo Neruda como Crepusculario (1922) y Veinte poemas de amor y una cancion desesperada (1924), hasta la lirica inicial de Vicente Aleixandre, confirmando el decir de Ruben Dario: ¿Quien que Es, no es romantico? A los 22 años publica su primer libro y el exito de algunas de sus composiciones le gano el reconocimiento y lo profesionalizo como escritor. Enseguida le siguieron: Misas paganas (1933), Babel (1936), Canto final (1936) Oasis (1943), Prometeo, La vejez de Don Juan, Odas por la Victoria y la Muerte (ambos de 1947), Poemas en la Arena, Alegrias de Proteo, (ambos de 1948), Nuevo Oasis y Poeta enamorado (ambos de 1947) y los nuevos aportes que les siguieron. Algunos de sus cuadernos se leen con voracidad y se reimprimen sin cesar. Ademas de poeta, Buesa fue un consagrado escritor de libretos para la radio y la television.
Buesa alcanzó en vida una popularidad inusitada, tanto dentro de Cuba, como en el orbe del idioma español. Todavía hay personas en Hispanoamérica, incluso en España, y muchísimas en Cuba, que recuerdan de memoria sus versos, los cuales fueron gala en recitales de declamadores, sirvieron como letras de canciones, fueron oralizados por la radio y la televisión, y hasta declamados a veces parcialmente en algunos filmes. Pasaron manuscritos de mano en mano, se los leyeron entre sí novios de todas partes o sirvieron para declaraciones amorosas. Tal currículo emocional no siempre fue del agrado de los cultos e incisivos críticos; muchos de ellos han seguido considerando a Buesa como un bardo inferior, de calado emotivo populista, y por ello solía ser desposeído de mención o estudio en historias literarias, diccionarios, tesis académicas o de la profusión crítico-ensayística. Pero Buesa sigue vivo con su poesía al hombro. O mejor sea dicho: su poesía sigue viva, arrastrando consigo el nombre de su creador.