José Mª Cabo, nacido en 1960 en Eibar (Guipúzcoa), estudió Ciencias Económicas y Empresariales en la Universidad de Deusto. Licenciado en Geografía e Historia por La Universidad del País Vasco y licenciado en Filosofía por la misma Universidad. Colabora como doctorando con el departamento de Filosofía de esta Universidad y es miembro del grupo de investigación DAT (Democracia y Alfabetización Tecno-Científica), analizando cuestiones relacionadas con la filosofía de la economía. Ha sido profesor de la Universidad del País Vasco y ha impartido cursos en la UEU (Udako Euskal Unibertsitatea). En la actualidad en profesor de filosofía en IES. Es autor de La sociedad encarcelada (2001), con el que obtuvo el premio de ensayo de LEI (Liga de Escritores Independientes) en el año 2002. Colabora con revistas y publicaciones periódicas como Iralka, Jakin, el diario Gara, etc., habiendo participado, además, en numerosas publicaciones colectivas.
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Tras un velo de indiferencia, esmascarada por una apariencia de objetividad científica, la economía ha ido construyendo una teoría con la que es posible justificar, ocultar y permitir un sin fin de desigualdades sociales, explotaciones miserables y atentados a la vida de los seres humanos. Las cosas de las que se ocupa la economía académica más rigurosa nacen muertas desde el mismo momento en que son creados los modelos que pretenden explicar su existencia. El trabajo deja de ser una actividad desagradable para convertirse en esfuerzo necesario; es transformado posteriormente en tiempo de ocupación y reducido por último a mero coste empresarial. Así el trabajador, dependiente del deseo del capital y superfluo en el sistema de producción capitalista, padece la alienación y la privación de libertad en el –y durante el tiempo de– trabajo. La guerra, la muerte por inanición, las diferencias económicas Norte-Sur, la degradación ambiental..., son explicados, al margen de su realidad social, por una economía que se asemeja cada vez más a una pura ideología.
"Señora nuestra" y "Cristo vivo" son dos obras de notable originalidad teológica y literaria. Las dos pertenecen a su juventud de escritor y las dos llevan la marca de la madurez con que José María Cabodevilla enriqueció su obra ya desde los inicios. Por si fuera poco, sus múltiples y generosas ediciones acreditan el favor que encontraron en el público. Agotadas hace mucho tiempo, ambas seguían contando con el aprecio de sus lectores habituales y siendo requeridas por muchos que nunca las tuvieron a su alcance. Unos y otros tienen de nuevo a mano dos obras clásicas de la espiritualidad del siglo XX salidas de la finísima pluma y de la agudeza mental de uno de los escritores más sutiles y más entregados a sus lectores de la pasada centuria.