Este libro realiza un estudio del secreto o espíritu de la vida romana basada en el Derecho. La idea del espíritu es el ánima motora de la entera sociedad romana; es la fuerza-madre del todo romano. De este espiritu se nutren y documentan todas las manifestaciones externas.
Si la sociedad romana se centró en la propiedad agrícola, mientras la moderna lo hace en la empresa financiera, en la compañía mercantil, en el industrialismo invasor, en el crédito, en el ámbito laboral, resulta cierto que el Derecho romano, referido a la seca literalidad de sus prescripciones o, si se quiere, de sus fieles dictados normativos, carece de sitio en el mundo actual. Sin embargo, otra cosa es desterrar el conocimiento de la más soberana formación jurídica que han conocido los tiempos. Otra cosa es declarar baldío aquello que, en expresión zubiriana, se ofrece como uno de «los tres productos más gigantescos del espíritu humano». Se ofrece al público esta nueva edición de esta obra del profesor Iglesias, se subraya la unanimidad en el elogio de los juicios que sobre ella han sido emitidos en las numerosas recensiones, españolas y extranjeras, de que ha sido objeto.El elegante y castizo lenguaje, su valor pedagógico, la consistencia científica, la riqueza expositiva y el sentido histórico-jurídico han dado singular fama a este libro, un verdadero clásico de la literatura «romanística».
Presentación de Javier Paricio. Esta es la historia de una Salamanca a la que el autor se sintió muy próximo. En ella destaca la figura del profesor don Magín de Lerma y Santillana, hijo de un matrimonio en el que el bienestar y la virtud corrían parejas. Al dolor sufrido tras la muerte, en trágico accidente, de sus padres, añadió pronto la pérdida, causada por tisis galopante, de su prometida, una joven cuyos más preciados dones -belleza, bondad y cultura- llenaban de gozo su alma. Sumido en el más profundo dolor, sufrió una crisis espiritual que le apartó de su fe religiosa. Fortuna fue, en medio de tanta desventura, que acertara a encontrar un lenitivo en su denodada entrega al estudio, a la cátedra y al compromiso de atesorar el bien de los demás, que es decir, de sus prójimos-hermanos y, principalmente, de los más menesterosos. A la postre, y pese a todo, fue tenaz prácticamente de unos ideales a los que hizo plena consagración de su vida.