Meditar está de moda. Se enseña a meditar en las revistas de actualidad y se divulgan sus beneficios en libros de autoayuda. Pero se trata de un meditar que ya ha sido metabolizado por el banal mecanicismo de nuestra cultura, según el cual "yo medito para obtener ciertos beneficios". Hay, en cambio, un genuino meditar en el que se descubre una verdad paradójica: nadie hace nada. No hay un "yo" que medita, sino que el meditar ocurre y, consecuentemente, se da un hacer impersonal, un hacer que se hace pero que "yo" no hago. La meditación es el puente que nos permite llegar a la visión lúcida, aquella que se reencuentra una vez los nudos y hábitos que nos atan al pensamiento han sido "observados" y deconstruidos. Así, el verdadero meditar equivale al descondicionamiento del "yo" que cree que medita. La meditación deconstruida trata, pues, de exhibir nuestros nudos tal y como se manifiestan en el meditar mismo, con el fin de mostrar su ilusoriedad y, con ello, de hacer patente lo que somos: pura libertad. Juan Ignacio Iglesias es licenciado en filosofía, docente y escritor. Es autor de varias novelas y de otros libros sobre espiritualidad. En la actualidad, es asiduo colaborador de la revista Cuadernos de Budismo.
¿Cuál es, en rigor, la quintaesencia, el extracto, lo que podríamos denominar resumen último de todas estas enseñanzas espirituales? Es el siguiente: ningún esfuerzo de la voluntad, ninguna artimañaza, ningun truco pueden llevarnos a las alturas de la consciencia. Eso esta mas alla de la voluntad personal, cuyo ambito, cuya naturaleza solamente se expresa en lo mundano, en lo fenomenico. Aquello, pues, esta fuera de su alcance. ¿De donde saldra entonces el valor, el impulso hacia lo trascendente, la entereza necesaria para dar ese salto cualitativo inimaginable para el yo? Estamos a merced de la gracia, a expensas de que esa gracia prenda el combustible vital y nos lance a las alturas. ¿Y como podremos atraer hacia nosotros esa gracia? Ese misterio no es solamente una incognita que la mente no ha conseguido despejar en la ecuacion de la libertad. Ese misterio es el camino mismo. Ahondando en el, penetrando en el corazon de su increible belleza, ya estamos expuestos a la gracia. Y uno penetra en el Misterio de la Luz. Uno se coloca de tal manera que queda expuesto a la Luz, y entonces comprende que es la Luz la que hace el trabajo, la que dispensa la gracia. Asi que, id a la fuente Exponeos a esa Luz, aunque os ciegue al principio