Mirar, abrir bien los ojos y sostener la mirada sobre lo que se presenta, sobre lo que se manifiesta. Tal vez este sea el gesto que ha mantenido en vilo a la filosofía durante dos mil quinientos años. El libro trata de otro mirar, o tal vez sea del mismo mirar filosofico y haya que cambiar entonces algunos puntos de vista. Este libro trata de una manera especial de mirar, convencidos de que hay una mirada que mira mas alla de lo que se ve. ¿Cual seria el estatuto de esa mirada que no mira lo que hay, sino lo que habra? O, dicho de otra manera, ¿cual seria el estatuto de una mirada que mira lo que aun no esta presente? A dar respuesta a estas cuestiones y a mucho mas dedica su esfuerzo la filosofa Ana Maria Leyra; a esto y a ayudar a otros a ver, a mirar con muchos ojos y conciencias, como escribia Nietzsche, tantas veces comentado por la profesora.
¿Dónde empieza y dónde acaba la comunidad? ¿Son las reglas de pertenencia su borde último? ¿Hasta dónde se expanden los límites de la polis, el lugar de lo político? Hoy la frontera entre lo público y lo privado parece mas inestable que nunca. Las formulas de comunicacion, de experiencia de lo comun, son cada vez mas invasivas de la intimidad, y el clamor por la defensa de esta ultima, al mismo tiempo que el derecho a una comunicacion mas extensa y sin fronteras, se hacen oir con fuerza en nuestros foros sociales. A su vez, la comunicacion lo es entre cuerpos, y los cuerpos estan dotados de unos limites de contacto con el mundo, que asimismo son permeables y constituyen la sensibilidad, Aisthesis. El marco que ese limite constituye tiene mucho que ver con el marco que delimita lo politico.En este libro se reflexiona sobre ese borde, lo que al cabo conmociona la ingenua seguridad depositada en los conceptos que una cierta tradicion cultural ha puesto en juego cada vez que ha querido dibujar ese marco. Patria, politica, individuo, soberania, comunidad, semejanza, representacion o democracia son zonas de conflicto donde esta reflexion entra y se expone.
Hoy día, las Bellas Artes han desbordado su nombre; la belleza dejó de ser su finalidad y la noción clásico-romántica de arte apenas puede contener la inquietud de lo que se produce dentro de sus géneros tradicionales. Sin embargo, los nombres vuelven en círculos viciosos que, al tiempo que no permiten la salida de los conceptos que nombran, se ven incapaces de contenerlo. Original, copia, visible, invisible, presente, ausente, etc., un arsenal de conceptos con los que hemos ido trabando el modo de entendernos y de entendeer el mundo, muestran su inestabilidad y su ineficacia para dar alcance a lo que nos ocurre.