Tras la muerte de Alfonso III, el Magno, las sucesivas expansiones del reino astur, que dominaba las fuentes del Ebro y del Duero y la orilla derecha de este río, aconsejaron trasladar la capitalidad más hacia el centro peninsular, a la ciudad de León. Así nació este reino, constituido en el núcleo más caracterizado de la tradición hispano-goda. Este libro se dedica a los cuatro primeros reyes de la nueva titularidad hispánica: García I, rey de León (910-914); Ordoño II, rey de Galicia y León (910-924); Fruela II, rey de Asturias y León (924-925), y Alfonso IV, rey de León (926-931).
Tras la guerra civil que tuvo lugar tras la muerte de Fruela II, tío de Ramiro II, este se hizo con la corona leonesa, y se inició con su reinado uno de los de mayor trascendencia en estas tierras. Ramiro II supo y quiso mantener la cohesión de su reino y retrasar por Oriente la norma apartadiza de Castilla. Su acto más glorioso, sin duda, tuvo lugar con la victoria de Simancas, en la que leoneses, castellanos y navarros corrieron la balanza de su destino al punto de igualdad con el Califato.
Semblanza rigurosa de Pedro Ansúrez (c. 1037 - c. 1118), Conde de Saldaña y Carrión, a quien Alfonso VI, rey de León y Castilla, le dio el señorío de Valladolid y le encargó su repoblación. Un personaje excepcional, cabeza visible de la aristocracia leonesa y pieza clave en la politica del rey Alfonso y, posteriormente, de su hija Urraca.