Luis Amado Blanco (Riberas de Pravia, 1903-Roma, 1975) pertenece a la extensa nómina de los escritores del exilio literario español de 1939. Y si en la España de preguerra había publicado ya dos libros, uno de poemas, Norte (1928) y un diario de viajes, 8 días en Leningrado (1932), en el exilio irán apareciendo varios poemarios más -Poema desesperado (A la muerte de Federico García Lorca) (1937), Claustro (1942) y Tardío Nápoles (1970)- y tres libros de narrativa, Un pueblo y dos agonías (1955), Doña Velorio. Nueve cuentos y una nivola (1960) y Ciudad rebelde (1970). A ello habría que sumarle su ingente y continuada obra periodística y su labor teatral que incluyó la escritura de varias piezas originales y la dirección y adaptación de dramas y comedias de escritores españoles y extranjeros. Riguroso y exigente en su escritura, Amado Blanco nos ofrece una obra de gran tensión verbal y construye un mundo de ficción en el que los personajes aparecen dominados por un sentido trágico de la existencia que no excluye, sin embargo, la ternura, el amor y el compromiso.
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8 días en Leningrado (1932), obra que el autor quiso llamar, sin atreverse finalmente a hacerlo, Diario de un poeta en la ciudad de Leningrado, en evidente homenaje al Juan Ramón Jiménez del Diario de un poeta recien casado, nos traslada a un tiempo en el que la juventud española buscaba casi con desesperacion el camino hacia un mundo nuevo y observaba con simpatia y espiritu critico la materializacion de las antiguas utopias sociales que el nuevo regimen sovietico declaraba haber llevado a la practica. Siguiendo el ejemplo de otros muchos escritores, intelectuales, politicos y lideres sindicales y obreros que visitaron Rusia durante los años veinte y treinta, Luis Amado Blanco pasara unos pocos dias en la antigua ciudad de los zares, dando cumplimiento a un viejo sueño infantil y logrando, ademas, la realizacion de un deseo compartido por otros muchos jovenes de su generacion, y que consistia en comprobar con sus propios ojos el experimento social, politico y economico que la revolucion rusa ensayaba ante el mundo. El resultado es un relato detallado y preciso, escrito en una prosa brillante, heredera directa del impulso metaforico e imaginativo de la vanguardia, que aspira a reflejar con fidelidad y simpatia la realidad sovietica entrevista durante su estancia, pero que no elude una valoracion critica en la que la descripcion de los logros economicos y sociales va acompañada de la denuncia de lo que consideraba sus excesos o deficiencias.
Con los ojos bien abiertos a la belleza de este mundo vivió aquel a quien debemos Tardío Nápoles. Quizás por ello no pudo sino servir a causas justas: primero, la de la tierra en que nació; y luego, la de su patria en adopcion (...) sin escatimarles fatigas ni riesgos. La limpieza de su actuar cotidiano sin duda que le aguzo, en noble compensacion, la sabiduria de la mirada. Tardio Napoles buen titulo al fin sugiere obra de madurez. No lamentamos como el naturalmente lo hace que Luis Amado Blanco tardase en ver y enamorarse de su esplendida ciudad: de otra forma, no tendriamos un libro tan rico y complejo dentro de su aparente sencillez. Leido con la intensa atencion que merece, hallaremos que la ciudad es aqui un microcosmos de relaciones: temporales, hacia adentro de si misma, hacia el origen de las sustancias latinas; culturales, en cuanto el espejo de Napoles refleja un modo de ser que abarca la disimil riqueza de tantos pueblos hermanos. No es raro, entonces, (...) que un libro cuyo tema parece a primera vista remoto, contribuya en realidad a un conocimiento mas profundo de las propias esencias. Eliseo Diego