María Vela Zanetti es una perfecta desconocida en el mundo literario, y tal como ella espera, lo seguirá siendo tras la publicación de estas páginas. Su más persistente deseo es permanecer a la sombra de su luminosa vida privada, monótona pero llena de satisfacciones. Una de ellas es leer, otra son sus perros. Así, este incalificable libro, que es el primero en prosa después deonce en poesía y un intenso trabajo como periodista especializada,no es más que el reflejo de sus placenteras lecturas, sus anima -dos coloquios con los amigos y la diaria observación del espíritu perruno: alegre e indolente, pero tenaz en sus amores. El campo, donde vive y ha vivido largas temporadas, es otra de sus prisiones favoritas, porque como ella dice, «el campo no sabe quién eres». ¿Misantropía? ¿Humor negro? Tal vez, porque su rara fantasía la sitúa entre los pocos escritores fumistas que ha dado este grave país.
María Vela Zanetti vuelve a publicar en esta editorial después de Maneras de no hacer nada, con humor más sarcástico y esta vez sin personaje mediante, a cara descubierta. En un escenario casi líquidoel de estos ultimos años de su vidase suceden tormentas intimas, y cuando parece que escampa, un charco cualquiera embarra el dia.Cobijada por su buen gusto de lectora, Maria Vela Zanetti defiende a sus autores, nos tienta con sus manias, reconoce a sus enemigos, habla de sus amigos... y honra a sus muertos. Nos atrae en su laberinto. Aqui lo llama el estilo matrioska.