Al contrario de las expectativas imperialistas al comenzar los años 90, tras el colapso de los regímenes en toda Europa oriental y la Unión Soviética que se reclamaban comunistas, los trabajadores y agricultores no han sido aplastados. Tampoco se han estabilizado las relaciones sociales capitalistas. El pueblo trabajador sigue siendo un obstáculo tenaz al avance del imperialismo, obstáculo que los explotadores seguirán enfrentando en batallas de clases y en guerras.