El lector no se encontrará en estas páginas una narración lineal, pues la trama se establece en una especie de vistazos sucesivos que, orientados por la acción de los protagonistas, nos permiten ver una vitrina de hechos humanos y sociales deplorables, pero tan autenticos que cualquiera pudiera identificarlos en su entorno. Recursos como la exposicion de un diario, o la polifonia, nos dejan entrar en la intimidad de los personajes y, al verlos moverse por lo narrado, nos muestran tambien lo que sucede a su alrededor, que a menudo resulta una miasma si, pero es precisamente nuestro derredor []Mauro Zuñiga Arauz sabe esbozar personajes literarios de carne y hueso, sin que esto sea un contrasentido, porque se trata de valorar la contextura de verosimilitud que viste a cada actor dentro de la obra, y en esto hay aciertos notables, al ofrecernos en cada pagina un numero de participantes en los que se ha invertido muchos sosten psicologico que apuntala todas las acciones que acometen en la narracion. En resumen, tenemos entre manos una buena obra, esgrimida por su autor con conocimiento de causa y, mas que como un libro, como un estetoscopio en el cual ausculta los sintomas de la sociedad.ARIEL BARRIA ALVARADOEscritor y profesor de la Universidad Santa Maria la Antigua (Panama)
Murió Pío XIII. Había sido, según los voceros de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, el que ocupó el pontificado durante más tiempo. Tenía noventa y ocho años. Inmortalizó la frase Jesús no tenia guardaespaldas. Para el, el Vaticano era solo un sitio de transito en su andar permanente, peregrinaje que dispuso para demostrarles a los ciudadanos del mundo que el maximo jerarca de la Iglesia era un individuo a quien se le podia hablar sin mediar audiencias. Rompia protocolos, ignoraba las medidas de seguridad, nunca uso el auto blindado que la Iglesia, los fieles o ambos, bautizaron como papamovil, dentro del cual se exhibia a un hombre ajeno a los olores que despedian las muchedumbres. Caminaba, estrechaba las manos, abrazaba, se dejaba tocar. No abandonaba ni en el sueño una sonrisa autentica, como lo corroboro su enfermero despues del entierro. Conversaba con la gente desde los bancos de las plazas, los pulpitos de las iglesias, las cimas de las colinas de poca altura. Sepulto los sermones debajo del piso de la Santa Sede. Hablaba y escuchaba. Compartia sonrisas, chistes y lagrimas. Dejo en el Vaticano la lujosa indumentaria papal para usar las frescas y sencillas sotanas blancas. Nada de lujos. La religion es humildad, solia decir.