De la mano de su ángel, vas a conocer a la Madre Teresa de Calcuta, una de las personas más buenas del mundo. Junto a las Hermanas, que así se llama a las Misioneras de la Caridad que ella fundó, se dedican a servir a los más pobres de los pobres porque quieren ser para ellos como las manos cariñosas de Jesús. Todos los días rezan por sus enfermos y reparten sus sonrisas continuamente. Sonríen ante todo. Sonríen aunque estén cansadas de tanto trabajar. Sonríen porque, como decía la Madre Teresa, una Hermana alegre es como un sol que brilla.
Ahora que el sol de la ausencia ha incendiado definitivamente el mar resquebradizo de mi cerebro y que ya no se muestra frente a mí otro horizonte que no sea el de la soledad y el desasosiego, ahora que es día martes y que el aire sabe a salobre desconcierto y a porvenir roto en el pozo fatal de los deseos, bajo la suerte implacable, ante el azar sin nombre, escribo estas palabras sobre el espejo de un agua insondable con la incierta ilusión de que alguien las lea y venga entonces a liberarme de esta pesadilla que nunca acaba, (¿Cuándo comenzó? ¿Quién vendrá a sanarme también de la ansiedad, de la lo cura, de esta miseria que cubre la mirada ... ? No grito «de inmediato», pero sí «de seguro»). En este instante ni siquiera me queda el consuelo de los números pares: sé que hoy es día 23 (o 25). Pero... ¿y mañana? Es posible que mañana sea un día que nunca llegue a puerto alguno pues mañana es sólo un borbotón de espuma, el sueño de un espejismo anclado en el fondo.... de la nada.