Estudiante de Gestión en la Universidad de Montpellier-I, de cuyo Consejo de Administración es miembro, Moussa Ag Assarid también colabora de forma eventual con Radio France International y con France Culture. En su tiempo libre ejerce de narrador de relatos en las escuelas y bibliotecas y también de actor: ha trabajado en la serie televisiva Louise la brocante. Además, Moussa preside la asociación ENNOR France para la escolarización de los nómadas, promotora de la Escuela del Desierto, que acoge a unos cincuenta niños tuareg en la orilla del río Níger.
Recibe novedades de MOUSSA AG ASSARID directamente en tu email
Después de En el desierto no hay atascos, Los niños del desierto es la continuación de la aventura, de la energía, del valor y del gran amor que impulsan a Moussa y a su hermano Ibrahim a crear una escuela en el desierto para que los pequeños tuaregs sean personas capaces de luchar por su pueblo desde sus campamentos y estén preparados para afrontar los grandes cambios que se avecinan para los hombres azules. Moussa e Ibrahim, al vivir fuera de sus campamentos de Mali, se dan cuenta de que la globalización, el calentamiento del planeta y los múltiples conflictos de Africa afectarán pronto a las costumbres de los tuaregs y que por tanto, deben desde hoy mismo preparar a las nuevas generaciones para afrontar todos estos cambios, estas largas sequías, estas guerras, para que su cultura no se hunda y desaparezca del planeta.
Moussa Ag Assarid lleva el viajar en la sangre. Nacido en el norte de Mali hacia 1975, hijo de padres nómadas y primogénito de una familia de trece hijos. Con 23 años, el joven tuareg llega a Francia y cambia los dromedarios de su infancia por el TGV y el metro. Siempre en movimiento e interesado en conocer a los demás, Moussa describe en esta obra su fascinación y perplejidad ante el mundo occidental que va descubriendo: su naturaleza, sus habitantes, sus costumbres y todo aquello que no percibimos porque nos hemos acostumbrado a verlo. Las anécdotas y comentarios que cuenta, como la cama del hotel, tan grande que podrían dormir en ella todos los niños de su jaima, el milagro del agua que sale de los grifos, la magia de las escaleras mecánicas y las puertas automáticas... son a un tiempo divertidos y enternecedores, y además muy lúcidos, sin ocultar a veces la decepción por cosas como la falta de tiempo y de calor humano. Su texto, siempre impregnado por su cultura y por su arte de vivir nómada, constituye para los occidentales una ocasión de sonreír pensando en nosotros mismos.