La presencia de utensilios de barro en cientos de formas y tamaños ha sido habitual y constante en cocinas rurales y urbanas, conventos, hospitales, cuarteles, cárceles, mesones, ventas y figones; por no faltar, tambien estaban presentes en las cocinas de los palacios. Todos estos objetos -cantaros y cantaras, botijos, dolls, ollas, pucheros, cazuelas, escudillas, lebrillos, comederos de animales, cuncas, tarteiras, jarras, xarros de pixulin, pitxarras y pegarras, cocios y tinajas- tienen la arcilla como soporte comun. Pueden ser porosos, para que el agua o el vino se refresquen, o estar impermeabilizados mediante el vidriado plumbifero, y son un magnifico ejemplo de la incomparable riqueza de la Alfareria de basto en España, es decir, de aquello que no es fino. Cacharreria popular es un singular repaso a las distintas tipologias de vasijas que han servido para acarrear y guardar agua, vino, aceite, frutos, matanzas y especias; donde se ha lavado y guisado, y donde tambien han comido las gentes y sus animales. Fabricadas en alfarerias, ollerias u obradores gracias a unas tecnicas remotas que han pervivido hasta el dia de hoy, constituyeron una industria que, pujante y viva hace cuarenta años, empezo a fenecer en la segunda mitad de este siglo. Afortunadamente Natacha Seseña alcanzo a documentar -gracias a la inestimable colaboracion de los escasos alfareros, olleros y tinajeros- los procesos y producciones, y el uso y desuso de unas tecnicas de gran complejidad, herencia patrimonial de enorme importancia en la que se percibe la fecunda huella hispano-musulmana.
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