"La vida es una escritura y un escrito que nunca se cierra? y nunca continúa. Acá en el ascensor la escritura abre. A veces siento que se me va un poco el miedo. El miedo es una cosa excesiva." En esta novela, el protagonista -un psicoanalista, llamado "Salvador"- pierde la voz. ¿Pero que pierde? Luego de un encierro, del cancer de laringe, del desamparo mas absoluto, comienza a decir con lo que le queda: la escritura? porque una voz no puede decirse. Sin embargo, es lo que fundamenta el acto de decir. La voz esta siempre en off. La palabra misma lo indica, una voz requiere "obediencia" (ob-audire). Dicho de otro modo, la voz es el imperativo de toda respuesta; pero, ¿a que responder? A la voz misma. He aqui la paradoja intima de esta novela de Nicolas Cerruti: la exigencia de sostener la experiencia literaria mas alla de la trama, de la representacion de personajes, de la vivencia como hilo conductor privilegiado de la narracion. ¿Como narrar sin recurrir a una figura del yo? De esto se trata en esta nueva novela del autor de Disculpe las molestias ocasionadas. Luciano Lutereau