Hacia 1924 El jorobado había alcanzado ya la nada desdeñable cifra de un millón de ejemplares. Féval, que sentía devoción por las causas perdidas y por los ideales de la vieja caballería, creó un personaje con el que no resulta dificil identificarse: su capacidad de enderezar entuertos y restaurar la justicia alimenta deseos intimos del espiritu. Se sabe que Paul Morand, despues de leer Los misterios de Londres, estuvo durante toda una semana hablando como sus personajes. No es necesario que el lector de El jorobado ande un dia a estocadas por la calle: basta que se emocione con su peripecia, y quiza que añore en estos tiempos el honor y la lealtad de Lagardere.
La Ciudad Vampiro es una obra maestra del humor negro, hasta un grado tan exacerbado que hace pensar en los cuentos de Apollinaire o los delirios de bande dessiné propios de Jean-Pierre Jeunet o Marc Caro y que a pesar de su tono paródico funciona como una alucinada narración fantástica, como novela de horrores grotescos y estrambóticos, como una pesadilla surreal y gozosamente absurda. Ya desde los orígenes de la novela gótica, cuando El Monje (GOT 3) (CD 4), Vathek, Melmoth el errabundo y sobre todo las obras de Ann Radcliffe gozaban de un amplio público, surgieron réplicas irónicas y salaces como La mansión de las pesadillas de Thomas Love Peacock o La abadía de Northanger de Jane Austen. Pero nada más lejos de estas amables sátiras que el espíritu delirante y surrealista de La Ciudad Vampiro, de Paul Féval, autor de folletines y novelas de gran éxito en su tiempo, como Los misterios de Londres o El caballero de Lagardère.