La industria turística está transformando la forma en la que experimentamos el mundo. La movilidad constante y el consumo de "eventos" han derivado hacia el consumo del turismo frente a la experiencia del viaje. Las consecuencias no sólo las sufre el turista, que es imposible que encuentre satisfacción en un mundo homogeneizado y "en venta" que sólo requiere de su consumo pasivo, sino que tiene consecuencias sociales y ecológicas importantes para aquellos lugares que se inclinan por el desarrollo turístico.
El turismo es una industria tóxica. Durante décadas se benefició de una indulgencia que la asociaba a valores positivos: el turismo era un factor de desarrollo, de paz, de salvaguardia del patrimonio, de interculturalidad, de proteccion de la naturalezaPero ahora se esta resquebrajando este consenso que hacia del turismo la madre de todas las virtudes.El turismo es una actividad depredadora que entraña la degradacion del planeta: transforma los territorios, rompe el equilibrio social y posee un alto coste medioambiental, por el consumo de recursos, la contaminacion generada y la destruccion de entornos humanos y no humanos; incompatible, pues, con un modo de vida sostenible.En los enclaves masificados se asiste a una saturacion turistica con un grave impacto en la vida cotidiana: ya no se puede vivir y trabajar con normalidad, y el acceso a la vivienda se vuelve casi imposible, expulsando la vida local a la periferia. El turismo se ha convertido en una industria totalitaria que afecta al conjunto de la vida de las personas, cuyo descontento no deja de crecer.Reconocer esta realidad no es turismofobia, sino una reflexion politica que no puede ser tachada de patologica ni descalificada por un diagnostico medico. Criticar el turismo supone cuestionar el modo de vida de nuestra sociedad de consumo. En ese sentido, no existe el buen ni el mal turismo, solo distintos grados en la escala de la nocividad. La unica alternativa al turismo seria dejar de practicarlo.