Conservado en un manuscrito, probablemente autógrafo, de la Biblioteca Nacional de Madrid, es mucho más que un simple 'appendice' al primer diccionario de la Lengua española. Impreso aquí por primera vez, su aparición se convierte en un acontecimiento de primer orden para conocer la figura y la obra del insigne lexicógrafo, que legó una fuente imprescindible para el conocimiento del Siglo de Oro y de la historia de la lengua castellana. El "Tesoro" y su "Suplemento" tienen vigencia como documentos históricos únicos e imprescindibles, pero también como medio para entender que tales documentos sirven para formar el entorno cultural e ideológico que habitamos todos los días. La biografía del licenciado, o los poemas inéditos de su juventud -que se publican en estas páginas- completan la imagen de las condiciones materiales y culturales en que se vivió la crisis económica, política y religiosa de finales del siglo XVI y principios del XVII en la monarquía hispánica, y sirven también para hacer más complejo el concepto del devenir de aquella crisis.
El Tesoro de la Lengua Castellana o Española (Madrid, 1611), de Sebastián de Covarrubias Orozco (1539-1613), es el primer diccionario de la lengua española. Junto con el Diccionario de Autoridades y el Diccionario castellano de Esteban de Terreros, ambos del siglo XVIII y cuya deuda es evidente con la obra de Covarrubias, el Tesoro de la Lengua Castellana o Español es la fuente inexcusable de información lexicográfica para leer a nuestros clásicos y cualquier texto en castellano de la Edad Media y los Siglos de Oro. La presente edición solventa, por primera vez, las dificultades de manejo que hasta ahora tenía el Tesoro, gracias a la modernización del texto, la regularización del orden alfabético y los índice auxiliares de refranes, proverbios, dichos y frases hechas.
Capellán de Felipe II, canónigo de la catedral de Cuenca y consultor del Santo Oficio, Sebastián de Covarrubias y Horozco (1539-1613) es sobre todo conocido como autor de este Tesoro, propiamente el primer diccionario de uso de la lengua y en el que había de inspirarse, un siglo más tarde, el de la Real Academia. Autor también de unos Emblemas morales, a la manera de los famosos de Alciato, y de un Tratado de cifras que no se ha conservado, Covarrubias se adelantó a su época con este diccionario, llevando a cabo una labor lexicográfica y crítica que parece más propia del siglo de las luces. Esta edición reproduce la que Martín de Riquer, de la Real Academia Española, publicó en 1943, según la original de 1611, regularizando la puntuación y la ortografía, y añadiendo unos utilísimos índices.