Sea cual sea el escenario elegido, el cine registra la pasión en cuanto estado especial del ser, de arrobamiento y regocijo del espíritu, deleitándose con la experiencia de quienes beben el filtro mágico y se someten a los dictados irracionales del deseo; quienes sólo muertos para el mundo celebran la intensidad de su amor. Las historias que se recogen en este libro pueden parecer más complejas y trágicas que las de la vida real como resultado de una falsa perspectiva: el arte no sería tal si se imitara a plagiar a la naturaleza.
La sombra, desde Platón hasta Jung, simboliza ilusión, misterio, amenaza. Tomando como referencia la metáfora de la caverna platónica, en Apología de las sombras se enfrentan poesía y filosofía, realidad e ideal, verdad y mentira. La escritora Silvia Rins esboza una teoria del conocimiento a traves del amor, ya que la erotica del discurso filosofico y del poetico convergen en el deseo, la busqueda, la seduccion. Pero este libro se situa en la tradicion de la poesia occidental para refutarla, tergiversarla o desvirtuarla con el uso del lenguaje coloquial o cientifico, y una contundente y demoledora ironia. El mundo de las ideas y la materia, las apariencias y la esencia, la pulsion y el recuerdo, luchan cuerpo a cuerpo, igual que las composiciones en prosa y verso que se suceden y entrelazan. Los lectores iran despojando de sus mascaras al enamoramiento, al sexo y al amor a traves de numerosas voces poeticas, bajo las cuales subyace la voz heterodoxa e irreverente de la autora. Los dibujos de Antonio Beneyto acompañan este viaje iniciatico que sabemos donde empieza pero no donde acaba: Hay autopistas anchas y vacias que llevan a ninguna parte, como hay puertas que no se abren porque sencillamente no existen. Entonces llega la hora humana del regreso y la aprehension intacta del vertigo a la oscuridad durante el ascenso y la seguridad de estar vivo. Tambien puedes continuar, si eres audaz o estas borracha, hacia lo imposible.
Los valores espirituales vertidos en las películas orientales abren horizontes insospechados a un Occidente materialista y pragmático, ávido de alimentar necesidades más profundas que su estómago o su mente. Una aspiración a lo sagrado, a veces arraigada en la ética y otras por encima de la moral. Una concepción del erotismo -de la belleza convulsiva de Nagisa Oshima a la mirada hierática de Tsai Ming-liang- y del paroxismo de la violencia -del sufrimiento humanizado de Akira Kurosawa a la hiperbolización distanciadora de Takashi Miike-. Espiritualidad, erotismo y violencia: respuestas que, subliminalmente, contestan nuestros propios interrogantes existenciales.