Fácil sería decir que el destierro puede ser entendido -vivido- de muchas maneras y más fácil todavía precipitarse afirmando que sólo hay una. Difícil es, en cambio, precisar ni aproximadamente las maneras de vivir y de entender esta situacion esencial de la vida del hombre sobre la tierra, pues que exigiria el ver de cuantas maneras puede esta situacion producirse. Y aun antes, si acaso el destierro no es una constante del vivir humano y aun del simple vivir; si no habria que contar con el, si no habria que saber sintiendolo que aquello dentro de lo cual hemos nacido y nos sustenta, aquello que tan propio nuestro es y nosotros de ello y que sentimos invulnerable en su ser, puede sernos retirado. En el poema de Teresa Gracia el destierro aparece en toda su pureza, en toda su reveladora hermosura; herida destinada a no cerrarse nunca pues que ella en su radical entereza no podria dejarla cerrar en falso, es decir en vano, dandose el lujo de ofrecer el hueco propicio a la falacia.
UNA DE LAS DOS ANCIANAS: Si bien nuestra prisión de para cubrir las veinticuatro horas del día y más, no siempre puede hacer valer tan extraño derecho de propiedad, dejándonos sin lo que tan poderosamente reclama la naturaleza para nosotros, las horas de sueño. Sustrayendolas a nuestra vez al descanso (hay que despertarse de golpe y silenciosamente) las hacemos nuestras, saliendo a gatas y temblando por el frio, de la barraca. Y asi nos adueñamos de uno de los componentes reconocidos de la libertad, el tiempo. Ya no se los llevara la loca. La loca, hijita, es como yo llamo a lo contrario de la libertad y su enemiga.