Maestría infinita. (del prólogo de Miguel Sáenz) Luxemburgo,infierno y paraíso: en la apacible colonia española de funcionarios internacionales aparece muerta en extrañas circunstancias Laura Salavarría, de 37 años. El inspector Paul Fernandez, de origen español, se topa con una red inextricable de silencios y misteriosas complicidades. Hay tantas «Lauras Salavarrías» como testigos interrogados. Esta novela, que fue una de las finalistas del primer Premio de Novela Mario Lacruz, es una despiadada radiografía de un microcosmos que recuerda al de las películas de David Lynch. Miguel Sáenz concluye así su prólogo: «El imitador de voces de Bernhard sabía imitar todas las voces, salvo la suya. En Los colores del agua Teresa Ruiz hace que sus personajes hablen con su propia voz inconfundible. Y más que hablar de obra maestra me gustaría hablar esta vez de maestría infinita».
Es éste un libro realmente sorprendente: Juan Ruiz Cantudo le encargó poco antes de morir a su hija, Teresa Ruiz, que acabase la novela que estaba escribiendo, cosa que ella así hizo. Pero Lectura para un tren de largo recorrido es algo más que eso, como también algo más que una historia de amor entre dos personajes llamados Alonso Quijano y Aldonza Lorenzo, que se conocen y se enamoran en un tren entre Madrid y París, o una novela policiaca en torno a peculiar asesino a sueldo encargado de matar a Aldonza, o una novela sobre los que ganaron y los que perdieron la guerra civil española. Los temas principales ciertamente son la soledad, los fantasmas del pasado, las cuentas pendientes, el rencor, las relaciones intergeneracionales o la represión de la ira, pero todo es tratado con ligereza, con ironía y, en definitiva, con la gran originalidad de incorporar al lector en la propia ficción, quedando éste hechizado por la misma nostalgia de «un futuro que no fue», que embarga a los personajes.