Este trabajo presenta de forma sucinta algunas pautas acerca de la contribución de la producción bibliográfica y editorial española al conocimiento de la sociedad marroquí precolonial y colonial. Al hilo del aniversario del cincuentenario del final del Protectorado de España en Marruecos (1912-1956), engarza con los nuevos estudios poscoloniales que impulsan la revisión crítica de las relaciones hispano-marroquíes y analiza el calado del africanismo español en este período esencial de las historia contemporánea. Cincuenta años parece un tiempo suficiente para interiorizar la historia del Protectorado y encauzar el discurso de los grupos de la memoria, con el análisis y la exposición de las fallas de las representaciones oficiales durante más de medio siglo.
Desde mediados del siglo XIX el nexo entre la palabra escrita, como medio de comunicación textual, y la mirada dibujada, como memoria gráfica, otorgó un nuevo estatus, en primer lugar, a los textos de los viajeros románticos y a los relatos literarios y, en segundo lugar, a las revistas ilustradas y a la prensa. Esta fusión de texto e imagen auspició nuevas perspectivas a una renovada estética que incidió en la conformación europea de Oriente y el Magreb, percibidos de forma tan exótica como alejados de los trillados itinerarios de la civilización occidental. Al igual que ocurrió desde el Renacimiento con la utilización de la cámara oscura por grandes pintores como Leonardo da Vinci, Alberto Durero, Johannes Vermeer o Canaleto, en el novecientos los textos impresos permitieron reenfocar las imágenes y llevar a sus autores a una nueva reflexión sobre los innovadores modos de gestión de la mirada histórica. Alimentados de la belleza de la imagen, los grabados desempeñaron un papel crucial en la estructuración del imaginario europeo. Nutrieron de ensueños las láminas de los libros y se generalizaron con las publicaciones periódicas ilustradas. Muchas de ellas destacaban desde su cabecera esta condición bajo el lema de La Ilustración, un título que, además, parecía conllevar el concepto filosófico y enciclopedista del término, que se remontaba hasta la época de las luces. En efecto, el siglo XVIII europeo fue un periodo brillante del libro ilustrado, como el siglo XIX lo fue en el terreno de las exploraciones, los viajes de aventuras y los conflictos bélicos.
Las heridas de la historia es un estudio sobre la guerra civil española que se inscribe en dos ámbitos estrechamente relacionados. Melilla, la ciudad en la que se produjo la sublevación militar de 1936, episodio crucial de la historia contemporánea española, y el Protectorado de España en Marruecos. Esta dualidad favorece la reflexión sobre el legado historiográfico y su vigencia en los problemas actuales de Melilla, así como su imbricación en los contextos políticos y culturales del siglo XXI. El texto de Vicente Moga contrasta las fuentes historiográficas conocidas sobre la guerra civil con nuevas referencias documentales y bibliográficas, contextualizando de manera especial las aportaciones de los «vencidos». El libro presta especial atención a dos personajes cruciales: el capitán Virgilio Leret, jefe de la Base de hidroaviones de Atalayón, y su mujer, la escritora Carlota O’Neill, cuyos destinos fueron truncados por la durísima represión que desató el Ejército africanista. Virgilio Leret fue torturado y fusilado, mientras que su mujer, separada de sus hijas, pasó en prisión más de cuatro años. Carlota O’Neill escribió sus libros carcelarios como testigo de cargo, consciente de la repercusión de aquellos primeros disparos que incendiaron el mundo la tarde del 17 de julio de 1936. Sesenta y cinco años después de finalizada la Guerra Civil, este libro aspira a sacar a flote una página de la historia de España, dando paso a algunas de las cientos de voces acalladas durante los últimos cuarenta años tras un muro de silencio.