A mediados del siglo XIX la fábrica de cigarros de Gijón se estableció en el inmueble que había ocupado hasta entonces la comunidad de agustinas recoletas de la villa. El convento del Santísimo Sacramento y Purísima Concepción de Nuestra Señora había sido fundado en la segunda mitad del siglo XVII por iniciativa de la madre María de Santo Tomé (1600-1669) y fue suprimido por la desamortización liberal. La instalación de la factoría de tabacos en el edificio desamortizado supuso una transformación radical del conjunto para adaptarlo a su nuevo uso, que acarreó la ocultación, la desfiguración o la destrucción de las huellas de su origen religioso. No obstante, el reciente cese de actividades de la fábrica (2002) y la necesidad de intervenir en el edificio para instalar en él un equipamiento cultural han permitido el redescubrimiento de algunos espacios del antiguo convento, como su interesantísimo templo, que facilitan la interpretación histórica del conjunto arquitectónico agustino. Este revela la continuidad de la propuesta formal y estructural instaurada por el clasicismo a principios del siglo XVII, que se mostró especialmente adecuada para los conventos de comunidades modestas como las agustinas recoletas de Gijón, cuyo estudio se aborda en el presente libro.
El arquitecto Francisco de la Riva Ladrón de Guevara protagonizó la actividad constructiva en Asturias durante la primera mitad del siglo XVIII. Su estilo, basado en la rigurosa ordenación de las superficies y en el empleo de recursos ornamentales vigorosos y claroscuristas, garantizo la presencia del barroco autoctono cuando ya se encontraba en conflicto con las corrientes artisticas cortesanas.
A lo largo del reinado de Carlos II (1665-1700) la arquitectura española se distinguió por la práctica de un gusto barroco caracterizado por la inflación decorativa y la desatención a los órdenes clásicos, que provoco el rechazo y la condena de los academicos ilustrados. En el territorio asturiano sus principales representantes fueron los maestros locales Francisco Menendez Camina (c.1629-c.1694) y su hijo Francisco Menendez Camina el Mozo (c.1662-& x02020;1719), quienes superpusieron a los esquemas constructivos tradicionales un ornamento imaginativo y recargado, donde cualquier motivo podia tener encaje. Ademas, la adopcion de los sistemas profesionales desarrollados por los maestros montañeses, quienes hasta entonces habian dominado la construccion en el Principado, junto con su competencia tecnica y la modernidad de su propuesta artistica les proporcionaron la hegemonia arquitectonica durante ese periodo. Sin embargo, la proscripcion academica del estilo causo la postergacion de su obra y los sumio en un olvido historico del que han comenzado a recuperarse hace unas decadas.