Nacido en Orsk en 1937, Vladimir Makanin estudió matemáticas y cine antes de publicar, en 1965, Línea recta, su primera novela, con la que inició una brillante carrera literaria con más de treinta títulos. Considerado uno de los grandes maestros de la literatura rusa contemporánea, ha recibido los premiosBooker (1993), el Pushkin para el conjunto de su obra (1998) y el Penne en Italia (2001).
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Una visión satírica de la Unión Soviética en la época del deshielo a través de la figura de un curandero. El viejo Yakushkin posee el don de curar a los enfermos desahuciados por la medicina oficial. El método del curandero no puede ser menos ortodoxo: espera a que el paciente tenga una crisis para gritarle, sacudirlo, atormentar su espíritu hasta quebrar toda su resistencia. La satisfactoria curación del moribundo se obtiene a base de terribles discursos y muy escasa alimentación. Con ironía y patetismo, ingenio y malicia, Makanin nos presenta al enfebrecido Yakushkin en toda su desgarradora evolución espiritual: arribista y vividor, es acusado de estafa y confinado en un campo de trabajo en Siberia, donde a raíz de un accidente tendrá lugar la revelación de su don magnético. De este modo crea para el lector un personaje novedoso que recuerda sin embargo a los grandes protagonistas de la literatura rusa de todos los tiempos.
En un Cáucaso en guerra, ¿quién es prisionero de quién? Esta cuestión, antigua en la literatura rusa y que responde a la idea de que los rusos son prisioneros de los asiáticos, es replanteada por Makanin en el relato que da título a este libro, publicado originalmente en 1995, durante el primer conflicto de Chechenia, a través de la historia de un soldado ruso fascinado por su joven prisionero.
Aleksandr Zhilin no es un soldado ejemplar, es un mero intendente obligado a comerciar con carburantes para sobrevivir; vende, sin escrúpulo alguno, tanto a los chechenos como a los federales, ya que, en esta terrible confrontacion, el dinero es el unico denominador comun. Una remota leyenda caucasica cuenta que Asan era un ser alado y sangriento cuyo rastro parece haberse desvanecido con el tiempo, pero que resurge a traves del santo y seña de los insurgentes, Asan ansia sangre. Sin embargo, para Zhilin la consigna del enemigo no es otra que Asan ansia dinero, ya que en el mundo que recrea Makanin, con su prosa vivida y descarnada, sangrey dinero son intercambiables. El lector se encontrara con un fresco al estilo impresionista no solo de la Rusia postsovietica, sino tambien de la guerra, ese extravio capaz de avivar la crueldad incluso en los mas inocentes.