Xavier Pericay, filólogo y periodista, hace un recorrido memorialístico de su formación y su trayectoria filológica y política, y lo divide en cuatro partes. La Filología clásica corresponde a la primera niñez, en la que se entretejen los antecedentes familiares, los recuerdos de la Guerra Civil mantenidos en sordina en la memoria familiar y las primeras experiencias de un niño criado en un catalán natural, relajado, en un ambiente estructurado donde el conocimiento de los libros y las lecturas son un elemento cotidiano e integrado en la vida diaria. La segunda parte, Filología francesa, corresponde a los años de aprendizaje en el Liceo Francés de Barcelona, a la inmersión en una segunda lengua, a la adquisición de la metodología para la lectura y la escritura, y también a la aparición de la conciencia crítica. En la tercera parte, Filología catalana, Pericay nos cuenta sus primeros -vacilantes- pasos en el mundo universitario, la elección definitiva de una carrera (filología catalana) que marcará su inmediato futuro profesional; el descubrimiento de su propia ciudad, Barcelona, en años de florecimiento cultural y político; su adhesión, primero pasiva y progresivamente más crítica, al catalanismo activo en los años de la Transición; la entrada en el mundo laboral, en la enseñanza, primero -a regañadientes-, en el periodismo después -profesión y vocación-, en la administración oficial de la lengua -escéptica-; en los primeros libros y las primeras decepciones. Filología hispánica marca una transición personal que es también una transición política: el encuentro con una lengua negada, el español, con un país detestado, España, y con una cultura a desterrar, lo castellano, lo español. Para un filólogo catalán naturalizado en la costumbre de mirar siempre hacia el norte, hacia
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