Cuando tenemos miedo, ¿qué tipo de sensación experimentamos? El miedo adopta múltiples formas pero surge con la proximidad de algo. El tipo de miedo al que nos referiremos es un poco más sutil, menos concreto. Y seguramente sus cimientos yacen fuertemente anclados en ese oscuro abismo del inconsciente del que nos habla Jung. Cuando lo experimentamos, podemos hablar tambien de los terrores ancestrales y lo haremos asi con justicia, porque, efectivamente, ese especial tipo de miedo representa algo que, al mismo tiempo, es muy humano y que asimismo es tambien muy anterior a la humanidad. Cuando experimentamos ese miedo, ese terror ancestral, se esta movilizando en nosotros una de las capas mas profundas de nuestros recuerdos y experiencias. Y eso es algo que, aunque, a estas alturas de la evolucion parece que deberia estar ya muy modificado y racionalizado, lo cierto es que casi siempre pone en marcha mecanismos de reaccion muy antiguos, que estan rozando casi el mundo instintivo y que, en no pocas ocasiones, terminan por invadirlo plenamente, abandonando el campo aparentemente mucho mas cultivado y mas controlado, de la razon. Nos referimos al miedo que nos hacen experimentar los monstruos, los muertos y los llamados dioses oscuros. Es muy probable que esa sensacion (o ese complejo de sensaciones) se haya podido observar desde las edades mas alejadas, cuando la conciencia de la humanidad como especie se encontraba todavia en su cuna. Porque, como se vera a lo largo del libro, monstruos, muertos y dioses son una de las representaciones mas antiguas y mejor señaladas (consciente e inconscientemente, conjuntamente o por separado) de lo otro, de aquello que esta en directa conexion con lo que mas adelante se conocio como lo sagrado. Como los monstruos y los muertos, los dioses habitaban un mundo exterior al ambito cosmico de los humanos. Como los monstruos y los muertos, los dioses estaban asimismo revestidos de poderes extraordinarios y no siempre bien comprendidos. Como los monstruos y los muertos, los dioses se mostraban muchas veces hostiles al hombre, inasequibles a sus ruegos y oraciones, intratables y despiadados en su
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