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FRANCISCO CABALLERO TRUJILLO
22/10/2025
Tapa blanda
"La música del hambre" del Jean Marie Gustave Le Clezio 2008, regala una melodía melancólica, triste y nostálgica a la vez, de los tiempos, aquellos, felices que se fueron para no volver dejando el halo liviano de haberlo vivido sin constancia de una plenitud ligera, que se esfumó; de volatilidad y brevedad. Me suena al "Claro de Luna" de Beethoven, al "Aprés la pluie" de Satie, un disco que adoraba e incluía todas sus gymnonopedie. Una partitura que acaricia el alma. Y, sin embargo, la historia nos habla de una familia procedente de los territorios coloniales francesas, la isla de Mauricio, asentada en el París de entreguerras con toda la carga sentimental de su orígen en la piel al que acuden para dibujarlo constantemente. En esta familia vive una niña Ethel que se apoya en su tío abuelo Samuel Solimán que le presta alas para poder levantar el vuelo de un cielo que se va volviendo pesado y gris. También está Xenia, una emigrante rusa que huye del comunismo y se asienta en París viajando sólo con su pobreza y su carestía y que se convertirá en ese amigo idealizado necesario para salir adelante. La ascensión de Hitler, la ocupación de Francia y la llegada de la Guerra con mayúsculas romperán la felicidad de un frágil espejo que no era más que una ilusión y que escondía secretos familiares. El éxodo y la necesidad se instalará en sus vidas y emigrarán al Mediterráneo. El personaje entrañable de Samuel Solimán ofrecía un desarrollo más ambicioso y sólo queda esbozado con trazos gruesos, con un carboncillo ágil y ligero pero no explota Le Clezio todas las posibilidades que encierra. También sobran esas notas fuera de la acción de los nombres y sólo los nombres de las calles parisinas, sin descripción ni ambientación. Aparecen como una lista sin más ni más. Un sinsentido. La novela se lee muy bien pero deja con ganas de más. Se podría haber desarrollado una historia mucho más profunda y con muchas posibilidades. Le Clezio fue premio Nobel de Literatura en 2008. Parece ser que Ethel, la protagonista, tiene mucho de su madre. Una buena lectura breve, pausada y que va calando poco a poco.