ALEKSANDRA TRUSOVA. LA CHICA QUE DESAFÍA LA GRAVEDAD

Entre las muchas funciones de los padres está incentivar a los hijos para que desde los tres o cuatro años practiquen algún deporte. Sin importar qué disciplina elijan, los niños muy inquietos o hiperactivos podrán canalizar su energía, y los niños más tímidos o indecisos se forjarán el carácter y aprenderán a vencer sus miedos. Lo más importante es no proyectar en los hijos las ambiciones personales. Permítanles elegir ellos mismos el deporte que les gustaría practicar. Esto no quiere decir que hay que preguntarle a un niño de cuatro años qué quiere hacer, pero no hay que obligarlo a ir a entrenar una disciplina que no le gusta. Si no le gusta, no tendrá éxito como atleta; pero uno además corre el riesgo de arruinarle la infancia al prácticamente obligarlo a entrenar, lo que equivale a trabajar en un lugar que odiamos. Es un milagro o el destino que confluyan en el mismo niño sus ganas de hacer deporte, las cualidades físicas y el carácter necesarios, las posibilidades económicas de los padres y su disposición para apoyarlo en la persecución de sus sueños. Para ello se recomienda que los niños practiquen obligatoriamente algún deporte, pero no para vencer en los Juegos Olímpicos, sino por simple gusto, por forjarse el carácter, el cual va a ser muy útil para en un futuro tener éxito en otras áreas profesionales, para decidir cómo vivir su vida y moldear su propio destino.