Pocas figuras eclesiales contemporáneas han crecido tanto con el paso del tiempo como la del carismático General de los jesuitas, Pedro Arrupe (1907-1991). Nacido en una familia burguesa en el Bilbao siderurgico, tras estudiar Medicina en Madrid abandono la carrera para ingresar en la Compañia de Jesus, donde le esperaban acontecimientos decisivos. Expulsado de España durante la Republica, ciudadano del mundo por vocacion y formacion, testigo de excepcion de la bomba atomica, vivio el regimen nazi en Alemania y la Segunda Guerra Mundial en Japon, pasando por la experiencia de ser acusado de espia, la carcel, la incomprension y nueve años de silencio heroico hasta su muerte. Pero fue sobre todo desde su cargo de Superior General, donde no solo se convirtio en uno de los personajes mas discutidos y catalizadores de la Iglesia del siglo XX, sino al mismo tiempo en un profeta del XXI, al que se adelanto con sus lucidas intuiciones sobre la justicia, la educacion, el racismo, la globalizacion, la marginacion de la mujer, los refugiados y drogodependientes. Hasta noventa y nueve jesuitas han llegado a dar la vida en paises del Tercer Mundo por las tesis de Arrupe en defensa de la fe y la promocion de la justicia. Pedro Miguel Lamet obtuvo importantes confidencias personales de Arrupe, e investigo su vida durante cinco años en Roma, Japon y el Pais Vasco para escribir esta amena y apasionante biografia, continuamente revisada y reeditada, y convertida ya en un clasico y un referente.Arrupe escribe en el prologo Adolfo Nicolas, actual Superior General se adelantaba a su tiempo cuando decia: No podemos responder a los problemas de hoy con soluciones de ayer. Roturaba caminos en temas tan de hoy como inculturacion, xenofobia, dialogo Oriente-Occidente, desarme, y ecumenismo, hambre, espiritualidad, mujer, vida religiosa y un humanismo sin fronteras Esta biografia tiene el merito de ser la primera, de trazar fielmente su perfil humano y espiritual, y de hacerlo asequible al gran publico. Buena razon para animar a los que aun no lo conozcan a adentrarse en sus paginas y acercarse al jesuita que, despues de haber integrado en su vida el magis ignaciano, susurraba con serena paz el hondo sentimiento, tantas veces repetido tambien por el papa Francisco: Solo soy un pobre hombre que procura estropear lo menos posible la obra de Dios.
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