En puridad, las palabras nos hacen; o nos defi nen, que viene a ser lo mismo a la hora del ser. Y a su vez las palabras están hechas de letras, una hermosura gráfi ca y muda (en apariencia) que las conforman. Sería, entonces, gramaticalmente injusto (casi moralmente injusto) que no queramos saber algo acerca de ellas.