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COMBRAY

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Nórdica Libros - 9788419320247

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Novela contemporánea Narrativa extranjera

Sinopsis de COMBRAY

La pequeña localidad campestre, originalmente llamada Illiers, a unos cuarenta kilómetros de Chartres, quedó transformada con los recuerdos de infancia de Proust, que la glorificaba en su obra En busca del tiempo perdido bajo el nombre de Combray. «Ese gusto era el del pequeño pedazo de magdalena que los domingos por la mañana en Combray [?] mi tía Léonie me ofrecía tras haberla mojado en su infusión de té o tisana». Combray es el inicio, la introducción al resto de los volúmenes que conforman En busca del tiempo perdido, y es una lectura imprescindible para todo apasionado de la literatura.

Ficha técnica


Traductor: Mauro Armiño
Ilustrador: Juan Berrio

Editorial: Nórdica Libros

ISBN: 9788419320247

Idioma: Castellano

Número de páginas: 272
Tiempo de lectura:
6h 27m

Encuadernación: Tapa dura

Fecha de lanzamiento: 26/09/2022

Año de edición: 2022

Plaza de edición: Madrid
Alto: 22.0 cm
Ancho: 14.0 cm

Especificaciones del producto



Escrito por Marcel Proust


Marcel Proust
Marcel Proust (1871-1922) nació en París en el seno de una familia adinerada. Enfermo crónico de asma, pasó gran parte de su vida recluido en una habitación donde escribió su obra maestra, En busca del tiempo perdido, una de las cumbres de la novela universal. De las siete partes que la componen, publicó en vida: Por el camino de Swann (1913), A la sombra de las muchachas en flor (1919), El mundo de Guermantes (1920-1921) y Sodoma y Gomorra (1921-9122); póstumamente se editaron La prisionera (1923), Albertine desaparecida, retitulada después La fugitiva (1925), y El tiempo recobrado (1927).
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1 opiniones de usuarios


Belén

04/02/2024

Tapa dura

Combray comienza en el mismo entorno que Proust utilizó para escribir su obra, en una habitación dormitorio. Este pueblo francés, llamado Illiers, se mantuvo con este nombre hasta 1971, en que se le añadió el nombre de Combray para hacer homenaje a la obra de Proust; ahora se la conoce como Illiers-Combray. Las primeras páginas de pueden decepcionar a determinados lectores. En ellas el Narrador manifiesta un estado en el que cuesta saber si está soñando, si está despierto o es una especie de delirio; hay que tener en cuenta que Proust estaba enfermo y su vida se estaba agotando. Combray es la etapa de la infancia y primera juventud del Narrador, cuando estaba en ese trance de niño a adolescente. Su salud era delicada debido a episodios de asma que lo fatigaban demasiado y le acompañaron durante su vida. Su estilo de escritura no gustaba a los editores, que no entendían el porqué de esas frases interminables repletas de comas. Ahora, conocido como estilo proustiano, están los que afirman que ello era debido al asma que padecía desde niño, y los que dicen que era tan perfeccionista que constantemente revisaba los escritos a los que terminaba añadiendo fragmentos. Con el tiempo, en la obra, sometida a infinidad de estudios, se han valorado su dimensión y amplitud de registro dentro de la literatura francesa y se le ha colocado en el gremio de Balzac y Victor Hugo. A Proust le costó empezar a escribir. En Combray, hay un pasaje en el que cuenta la frustración que sentía cuando intentaba retener los pensamientos que le venían a la cabeza estando fuera de casa; de regreso intentaba escribirlos pero descubría que los había olvidado. Lo más bonito e impresionante de toda la obra es la sensibilidad, la pureza que hay en su escritura. La prosa es poética, melancólica como él, cargada de pequeños matices que te sumergen en toda una vida construida a partir de recuerdos. ¿Es esta la búsqueda de ese tiempo perdido? Hace diez años despertó mi interés por Proust. Fue durante mi estancia en París durante tres años. Cuando caminaba por sus calles sentía que algo en mí se removía, y no hablo de la emoción de estar en una ciudad como esta, me refiero a la sensación de sentir que la ciudad quería hablarme, y no era su gente, era como si la ciudad tuviera "alma", como si quisiera contarme una historia de cada lugar que visité. Esta sensación, que yo no sabía expresar, es la que me llevó a Marcel Proust. Cuando lo encontré comprendí que era eso lo que sentía. Proust heredó de Ruskin un sentimiento capaz de ver los objetos mas allá de un mero espectáculo, creer en ellos, en su belleza. Es el caso de la descripción de la iglesia de San Hilario de Combray, fruto de su imaginación tomando como referencia las iglesias de Normandia. La obra completa es un recuerdo, un paseo por su vida, y en Combray está el origen de todo. Un personaje llamado Narrador le sustituye y será quien mire hacia el interior de si mismo y relate todo.


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