Las creaciones y mil y una empresas del infatigable Serguéi Diáguilev (1872-1929) fueron, a la vez, encarnaciÛn y profecía del más deslumbrante espectáculo de su época. Seguir los pasos de su vida es asistir al desfile del genio artístico de comienzos de siglo. La pasiÛn devoradora de Diáguilev por la actividad cultural en sí y su afán de hacer escuchar la m?sica desconocida que él admiraba, le hace encargar sus ballets a m?sicos de vanguardia ñStravinsky, Debussy, Ravel, Satie, Poulenc, Falla, Goossensñ, además de crear grandes coreografías de Borodín, Rimski-KÛrsakov, Chaikovski y asombrar al mundo con los decorados y vestuarios de los artistas más relevantes del momento ñPicasso, Braque, Matisse, Coco Chanel, Gris, MirÛ o De Chiricoñ. Su talento y energía le permitieron luchar durante toda su vida por todo aquello que consideraba nuevo, imaginativo y de auténtica calidad en las bellas artes. A lo largo de veinte años de febril actividad al frente de su compañía de ballet, Diáguilev presentÛ en Occidente al gran bailarín y coreÛgrafo Michel FÛkin, a las inmortales Pávlova, Karsávina, Sávina, y al genial Nizhínski que, junto con Isadora Duncan, abriÛ el anquilosado mundo del ballet clásico a la vida y a la modernidad.