El autor nos recuerda que el lenguaje es más que algo vivo. La lengua es vivaracha, abierta al cambio, caprichosa y frecuentemente caótica. Los intentos de “ponerla patas arriba”, si se hacen con elegancia, humor y respeto, honran la más preciada particularidad de la lengua que define su naturaleza más básica: ser un producto humano que refleja las características de quienes la parieron. Los hablantes definen la lengua que crean, y luego ella les devuelve el favor definiendo, desde la cuna, las características de quienes la usen. Como su título expresivamente advierte, este libro es un diccionario psico-lógico de la lengua, dientes y tráquea castellanas, que ofrece nuevos términos para uso y disfrute de los hablantes de tan vetusta y magnífica lengua. Los que aquí se ofrecen, son todos términos derivados psico-lógicamente porque describen estados o situaciones reales ayudando a precisar el contexto en el que tienen lugar. Términos cuya demanda debería ser obvia, y tal vez lo sea, por representar oportunidades para describir actos, situaciones, hechos o estados que no disponen de una palabra en castellano que, en sí misma, contenga la descripción de toda la causística. Todos los términos que se incluyen en este irreverente diccionario, son productos de una lógica psico-lógica que cada lector habrá de descubrir. No busquen en estas páginas otra cosa que un poco de jerigonza y pitorreo, porque la vida ya es, de por sí, suficientemente seria. Debe advertirse que su lectura no está exenta de algunos posibles efectos secundarios. Por ejemplo, puede que se soprendan a sí mismos “fabricando” términos nuevos sobre lo que oigan y vean.