Alfredo es mayordomo en una mansión donde su tarea consiste en agacharse ante el Señor —una figura sin nombre— y recibir los carozos de aceituna que este escupe. Aunque humillante, Alfredo se siente cómodo en su rol… hasta que se entera de que será reemplazado. La novela explora la tensión entre lo que tenemos, lo que deseamos y lo que podemos, en un universo simbólico y brutal donde el poder es absoluto y la rebeldía se esconde en los repliegues de la conciencia.