El capote, escrito por Nikolái Gógol entre los años 1839 y 1841, y publicado en 1842, nos presenta uno de los más conmovedores personajes de la Literatura: Akaki Akákievich Bashmachkin, un funcionario de la escala más baja de la administración civil, que se ve ultrajado por las injusticias sociales y la indiferencia egoísta de los fuertes y ricos, y cuyo destino es el de ser un "hombre insignificante". Akaki, para protegerse del gelido invierno de San Petersburgo, necesita un capote nuevo, pero cuando por fin lo consigue seguirá notando frío, el frío gelido que habita en los corazones de las personas que le rodean. Este maravilloso relato y su protagonista tendrán gran influencia en la literatura posterior: Herman Melville y Franz Kafka nos presentarán a Bartleby y a Gregor Samsa, dos personajes descendientes directos de Akaki. Las ilustraciones, que harán que este libro sea inolvidable para lectores de todas las edades, son de Noemí Villamuza, quien ya ilustró en esta misma colección El festín de Babette y ABCdario.
Ficha técnica
Traductor: Vctor Gallego Ballestero
Ilustrador: Noem Villamuza Manso
Editorial: Nórdica Libros
ISBN: 9788417651398
Idioma: Castellano
Número de páginas: 101
Tiempo de lectura:
2h 19m
Encuadernación: Tapa dura
Fecha de lanzamiento: 27/05/2019
Año de edición: 2019
Plaza de edición: Madrid
Colección:
Ilustrados
Ilustrados
Alto: 19.0 cm
Ancho: 13.0 cm
Peso: 262.0 gr
Especificaciones del producto
Escrito por Nicolái Vasílievich. Gógol
19 de marzo de 1809, cerca de Sorochincy, en el distrito de Mírgorod, provincia de Poltava, en Ucrania. Educado primeramente en la casa paterna y luego en el Liceo de Niezin, terminó Gógol sus estudios en 1828 con un diploma de segunda categoría. En vez de estudiar, organizaba funciones. Otro factor desfavorable, que frenaba su aplicación, era su desmesurado orgullo. Convencido de su superioridad sobre las demás personas, el joven Gógol soñaba con grandes hazañas en vez de estudiar. Pero ¿cómo explicar que, a pesar de su pasión por el teatro, veía su gran porvenir en una carrera administrativa? Aun la probó, como intentó más tarde dar clases de historia. Pero la atmósfera gélida de las oficinas públicas petersburguesas apagó rápidamente sus ilusiones respecto a la posibilidad de distinguirse en aquel terreno.