Rabí Moisés Ben Shem Tov de León había estudiado en las mejores academias talmúdicas de su ciudad natal, Ávila, Valladolid y Guadalajara, donde finalmente se había asentado. Sus vastos conocimientos se extendían más allá de lo estrictamente religioso, ya que los grandes filósofos griegos y judíos, Platón, Aristóteles, Ben Gabirol, Yehudá Halevi y Maimónides no le eran ajenos. Su fama se extendía por todos los reinados ibéricos, las tierras de los francos, allende el Pirineo, las kehilot del norte de África y las academias hebreas del Levante. Sus obras, escritas en hebreo clásico, el Sefer Ha-Rimón y el Ha-Nefesh Ha-Hajmá, mostraban su profunda sensibilidad mística, y eran copiadas y leídas a lo largo y ancho del Mediterráneo. El nombre de Moisés de León era grande, pero ello no le proporcionaba los maravedíes requeridos para darle una vida cómoda a su infeliz mujer y a Ruti, su hijita del alma. A pesar de las penurias, su trabajo principal se hacía en secreto, y sólo otras treinta y cinco personas sabían de su existencia.