Bernhard-para-los-que-odian-a-Thomas Bernard. Pero, ¿queda todavía alguien que lo odie? El imitador de voces es la mejor introducción imaginable al más grande escritor de los últimos tiempos, o bien una nueva confirmación de su grandeza. Ciento cuatro relatos mínimos que en ocasiones no exceden de tres líneas y jamás superan las dos páginas. Sucesos divertidos, comprimidas crónicas judiciales, anécdotas absurdas, retratos al minuto de personajes reales (Knut Hamsun, Ingeborg Bechmann, el mariscal Tito) o ficticios... Un crítico que se entretuvo en contar los muertos llegó a la conclusión de que eran más de cinco mil, pero probablemente exageraba, contagiado por ese «artista de la exageración» que fue Thomas Bernhard. Y además se olvidó de contar las carcajadas. En 1978, cuando el libro apareció, los germanistas, buscando cartas de nobleza para aquel Bernhard insólito, hablaron de Kleist. Sin embargo, la realidad es que en El imitador de voces Bernhard, el gran humorista, no imita la voz de nadie.
Ficha técnica
Traductor: Miguel Sáenz
Editorial: Alfaguara
ISBN: 9788420425016
Idioma: Castellano
Número de páginas: 152
Encuadernación: Tapa blanda
Fecha de lanzamiento: 13/06/1994
Año de edición: 1994
Plaza de edición: Es
Número: 717035
Peso: 178.0 gr
Especificaciones del producto
Escrito por Thomas Bernhard
Thomas Bernhard es uno de los escritores austriacos más importantes de todos los tiempos. Nació en Heerlen (Países Bajos), el 9 de febrero de 1931. Toda su obra, cargada de ácida ironía, se caracteriza por su manifiesto pesimismo sobre el género humano, y su obsesión por la muerte y la autodestrucción. Se mostró muy crítico con la sociedad contemporánea, sobre todo en las obras autobiográficas que publicó a partir de 1975, a la que identifica con una época sin referencias en la que ya no se puede creer en nada. Tal crítica la centró sobre todo en su país, Austria, con el que mantuvo durante toda su vida una especial relación de amor-odio que se extendió hasta más allá de su muerte. Al fallecer, el 12 de febrero de 1989, en Gmunden (Austria) dejó expresa su última y sorprendente voluntad: prohibió durante la vigencia de sus derechos de autor (setenta años) toda representación, publicación o impresión de su obra en Austria. Sus restos reposan en Viena en una tumba sin nombre, también por deseo expreso. Entre los premios recibidos a lo largo de su carrera, cabe destacar el Nacional de Literatura austriaco, en 1967.