No era muy tarde cuando regresó a casa. Allí continuaba la alcoba conyugal, a la derecha. La cama, solo mueble y jergón, conservaba el regusto de las cosas de antes, modeladas con tiento, como las más antiguas catedrales con sus aras sagradas para el culto. Pero ya no guardaba la memoria de las noches de amor, o simple débito. Dos sillas, un viejo arcón; sobre la cómoda el frutero...