Los personajes de estos siete cuentos, si fuesen plantas, crecerían donde no deben, en grietas y tejados. Buscan la supervivencia y el amor por caminos torcidos, por conductos raros, dada la dificultad de hacerlo del modo estipulado. Eso pervierte sus relaciones. Sus vidas, en vez de discurrir por las grandes autopistas vitales, se deslizan por callejones y tuberías. Aún no puede llamarse fracaso a lo que les ocurre. No es fácil llamar fracaso al fracaso. Observan los fenómenos de su intimidad asustados, pero al mismo tiempo obsesionados, con lupa de entomólogo, como si sus deseos y procesos íntimos fuesen insectos en botes de cristal. En estos cuentos, en los que la emotividad se mezcla con el humor más negro, se ofrece un gran pedazo de lo humano, de lo muy humano y muy vulnerable, con vísceras y membranas.