De las entrañas de la Pared, un atávico pueblo campesino comienza a arrancar una riqueza que no le será permitido poseer. Los hijos del tiempo y de la tierra, descendientes directos de las estaciones, abandonan el sol y la lluvia para abrir galerías, serpentear rampas, pendientes negras, venas hondas; simas profundas, a la que, sin embargo, llega una nueva voz. Habla con palabras de un tal Marx y de un tal Lenin, trae también nuevos nombres para quienes se han quedado fuera, a los que, sin distinción, llama burgueses y fascistas