«Como todos los jóvenes, descubrí la poesía antes, mucho antes que en los versos, en las hojas de hierba, en los juegos de un niño o en la línea inalcanzable del horizonte. Después frecuenté a Machado, a Borges, a Cernuda, entre otros poetas que admiro, y comprendí que podía concederse la palabra al mundo interior para despertar así en los lectores los sentimientos, los pensamientos y las emociones que nos depara el mundo de la vida. Desde entonces, la tensión suscitada por el encuentro fundamental de nuestra existencia, es decir, el encuentro de la realidad exterior con la realidad interior, termina por dejarme un profundo sentimiento de extrañeza, que sólo he podido conjurar a veces con el ejercicio desinteresado de la poesía.» (Manuel Neila)