Superados ahora, con creces ya, los ochenta y seis años, puedo seguir escribiendo y explicando sobre todo cuánto se ha ido sedimentando en mi memoria y en mi corazón, gracias al legado pirenaico que me dejaron mis abuelos de Andorra y del Valle de Castellbó, lo que yo llamo "mí sangre de montaña" que sigue y seguirá corriendo por mis venas mientras me quede un hálito de vida