LA MITAD DE SU EDAD

Waldo Black tiene diecisiete años y fue criada en un parque de caravanas de Alaska. No solo se considera muy inteligente para su edad (o eso cree), sino que también se encargar de pagar las cuentas con lo que gana en su trabajo en Victoria's Secret, donde se pasa jornadas interminables doblando sostenes. Los chicos con acné que la besan no saben lo que hacen; su madre, siempre recuperándose de un corazón roto o una ruptura con algún fracasado, brilla por su ausencia; y su mejor (y única) amiga es una mormona optimista que aún cree en los cuentos de hadas. Waldo no. Ella sabe que es mejor no creer en nada.

Cuando comienza el año escolar y Waldo cruza miradas con el señor Korgy, su profesor de escritura creativa, es como si hubiera chupado un cable de alta tensión. Siente una descarga eléctrica por todo el cuerpo. Este sí es un hombre de verdad, piensa. Uno que paga impuestos y usa retenedor. En sus miradas furtivas (¿o fue solo una única vez?), en sus críticas alentadoras al margen de sus poemas (¿o realmente es una escritora prometedora?), en la forma en la que resalta su potencial en un mar de estudiantes sin rostro (¿o es que los demás son aburridos?), Waldo siente una atracción magnética hacia la órbita de su profesor y empieza a pensar que él también podría sentir una chispa. Pero el señor Korgy está casado. Tiene un hijo. Aun así, a Waldo, envuelta por la intensidad de sus sentimientos y la creencia de que el sexo es la fuente del poder de una mujer, no le importa. Lo sacrificará todo por esta única oportunidad de alcanzar la felicidad absoluta. Aunque la doble en edad, lo quiere todo para ella.

Con una mirada sorprendentemente perspicaz sobre lo solitaria (y a la vez emocionante) que puede ser la adolescencia, y con una mezcla de humor negro y una profunda carga emocional, La mitad de su edad nos presenta a una joven impulsada por las hormonas y el deseo, dispuesta a darlo todo con tal de vivir como quiere.