Anidan en nosotros los niños que alguna vez fuimos. De vez en cuando los dedos de la lluvia se dormían enredados en mi pelo. Tormentas torrenciales bajaban por mi frente, y resbalaban con su larga lengua de sal hasta mis pies. Todo se lo llevaban, miedo, angustia, dolor… Todo menos la soledad, que iba creciendo y anudando en mis manos las palabras. Todo se lo llevaron, lo barrieron todo menos la sed de ti, y la larga playa de arena, donde aún sigo a la deriva, soñando contigo.