LA REPRESIÓN ABSOLUTISTA Y EL EXILIO

Tras el regreso de Fernando VII en 1814 y después del recibimiento dispensado por los diputados firmantes del llamado Manifiesto de los persas, el monarca dejó claro que no estaba dispuesto a ceder ni un ápice de su soberanía, como demostró sobradamente cuando implantó un durísimo régimen coercitivo, que le sirvió, no solo para la ejecución de una venganza personal, también para afianzar el regreso al Antiguo Régimen. Disueltas las Cortes el 10 de mayo, de inmediato Fernando VII creó la Comisión de Causas de Estado para depurar a los liberales, comenzando una cruel represión, que llevó a muchos al presidio y a otros tantos o más al exilio. La represión no fue algo temporal, fue larga, persistente y contundente, con la intención de eliminar todo rastro de la obra de las Cortes de Cádiz mediante un completísimo plan de censura, represión, persecución y destierro de todos aquellos a los que el monarca y sus asesores consideraran responsables del atentado contra el poder neto del rey. Por eso los ejemplos de castigo son muchos y los casos variados, puesto que no solo destacados personajes de la política, la milicia o la difusión del pensamiento fueron objeto del escarmiento fernandino, también lo padecieron simples ciudadanos que en algún momento dieron muestra pública, y a veces privada, de su defensa de la libertad y de la obra doceañista. Este libro reúne algunos ejemplos significativos de cómo se ejerció la represión fernandina y las vicisitudes del exilio. Son solo algunas visiones particulares que sirven para tratar de iluminar un proceso complejo, en el que conviene seguir investigando.