— Lo malo de tu palomar..., no es que esté ahí solo en mitad de la llanura..., lo peor es que no tiene futuro. Anda ahí, como el pueblo, «amorrañado», dejado a la obra del tiempo. Lo suyo es, como dice el médico..., terminal, el colmo de la soledad. —¡Qué ideas has traído de Bilbao Doro!, le dije. —Ya, ya..., pero dime, por decir algo, ¿a quién le interesan hoy las palomas o la misma palomina? —Y pasados unos instantes... —Estas tierras nuestras van acabando en lugares desiertos que no parecen tener más futuro que el olvido. —¿O no? Dime que no. —Qué sé yo, Doro, qué sé yo...