Las biografías escritas porHerbert Lottman constituyen todo un acontecimiento cuando aparecen publicadas en el mundo entero. No sólo porque elige cuidadosamente sus personajes, sino porque, al situarlos en un contexto histórico más amplio, investigado y analizado con meticulosidad, acaban convirtiéndose en libro de cabecera de lectores curiosos y en referencia ineludible para especialistas. Por ejemplo, para trazar esta historia de toda unadinastía que hace Historia,Lottman ha buceado enarchivos inéditos y en correspondencias privadas jamás consultadas hasta ahora. «Ser rico como un Rothschild» es ya una expresión acuñada en todo el mundo, pero pocos conocen su origen y los avatares por los que ha pasado estafamilia judía para ser hoytan poderosa ytan influyente. Ya muy a principios del siglo XIX, la condesa de Nesselrode, fascinada por el poder omnipresente deJames Rothschild, el «Gran Barón», escribía a su marido: «¿Sabes quién es en Francia el virrey e incluso el propio rey? ¡Rothschild!». Probablemente ignorara queJames, alias Jacob, era hijo de un simple cambista en el gueto de Frankfurt... La aventura deJames Rothschild y sus descendientes, desdeAlphonse hastaGuy y David, pasando por sus insignes esposas y hermanas, recorre dos siglos y atraviesa el mundo de las finanzas, la política y la economía internacionales, pese a su actitud pasiva en el célebre «caso Dreyfus», a los reveses durante la crisis de 1929, a las expoliaciones y el saqueo de sus bienes por los ocupantes nazis y el gobierno de Vichy, y a la nacionalización de su banca durante los primeros años del gobierno socialista de Mitterrand. Banqueros, viticultores, industriales, financieros, agricultores, ganaderos, coleccionistas, mecenas, actores, escritores, excéntricos o discretos, losRothschildlo han sido todo y extienden su influencia económica y política de Londres a Israel pasando por España y Rusia. No en vano, contra viento y marea, la divisa familiar sigue siendo la misma: «Concordia,Integritas, Industria», armonía, integridad, trabajo.